Carta a san Segundo, patrón de Ávila, en su festividad
Señor san
Segundo:
Con la confianza
que me permito por haberme pasado años estudiando la tradición de tu venida
legendaria a Ávila para ser nuestro primer obispo, la invención de tus restos
siglo y medio más tarde, la imposición del bulto que esculpió Juní para tu sepulcro,
las fiestas que promovió el obispo Manrique de Lara para solemnizar la
traslación de tu cuerpo a la Catedral, el libro que te dedicó Antonio de
Cianca, la comedia de Lope en la que sales de protagonista… En fin, que si no
corto por lo sano, llevaría ocupándome de ti casi dos décadas. Como te decía,
con esa confianza, bajo hoy hasta tu primitivo sepulcro para cumplir con la tradición
de introducir el pañuelo en el alabastro labrado y solicitar los tres deseos
prescritos, con la seguridad de que uno me será concedido. Aquí te los dejo:
Primero. Haz que
vuelva la vista hacía nosotros algún empresario tipo Amancio Ortega o Roig
Alfonso (limpios de corrupción, eso sí) y nos monte aquí “ladediós”, que ya nos
toca.
Segundo. Bórranos
la mansedumbre y la resignación que nos hace pensar que no podemos hacer nada
para salir de este puesto de cola. Me refiero a los ciudadanos corrientes, que
de los políticos ya se ocupan ellos mismos en su misma mismidad.
Tercero. Tráenos
un tren de este siglo. No te digo un AVE, pero al menos un RAVE (razonable
velocidad) que nos coloque en la Capital en tres cuartos de hora. Que desde
mediados del siglo XIX no hemos vuelto a comernos una rosca en cuanto a transporte
ferroviario se refiere.
En fin, concédenos algo, a
ver si se nos borran las miradas aviesas y el jetuño. Acabamos de arreglarte la
ermita con nuestro dinero. Ya no sé qué más podemos hacer. Venga, estírate un
poco, como cuando en las fiestas de 1594 salvaste a aquel caballero de que un
cohete le volara la cabeza.